Después de tres mil años de vida, Naruto ha aprendido una valiosa lección: involucrarse con los humanos no es buena idea. Porque son seres traicioneros, malvados y, lo más importante, efímeros. Pero algo en la mirada agua marina de ese niño no le permite dejarlo por su cuenta, lo ayuda sin saber que ataba sus destinos, sin saber que, por no hacer caso omiso de ese sentimiento que no debería escuchar, cambiará su eternidad, y la vida del chico, para siempre.