No tenían muchas cosas en común, sus posiciones en la escuela eran distintas, sus maneras de caminar no coincidían y mucho menos la actitud. Nunca pensaban igual, tenían ideas diferentes. El era dueño de sí mismo, ella una chica insegura y segura al mismo tiempo. Sus manos parecían haber sido hechas como piezas exactas para encajar una con otra, con los dedos entrelazados y mirando a la misma dirección.