Estaba en una habitación oscura, la luz de las velas le daban un brillo tenue y tétrico al lugar. Sobre la mesa se encontraba una mujer, amarrada de pies y manos, rodeada por un grupo de personas, con raras vestimentas que ocultaban sus rostros. Su vientre, protuberante, sobresalía por debajo de una bata blanca. "Un nacimiento" -Pensó. Pero cuando cortaron el vestido y salió a relucir un vientre deforme y amoratado; se dio cuenta de que era, en realidad, un sacrificio. La ley real prohibía el nacimiento de Hybrils (mezcla de razas, impuros) pero aquella mujer lloraba. "¿Por qué?"-Dudó, mientras la observaba clamar a gritos por la vida de su hijo. -Debería estar feliz. Será purgada y purificada al remover al engendro. Y con eso, tal vez los dioses la perdonen y sobreviva. El purgador sacó de su vestimenta un cuchillo y empezó a profesar: -Sólo Seika puede crear razas y dar vida, los pecados de sangre se deben exterminar. Y sin piedad, cortó el vientre de la mujer. Gritos desgarradores estremecieron el lugar, pero el llanto y las suplicas, fueron en vano: La ceremonia había comenzado. La sangre caía al suelo al compás de los gritos de la mujer. De su vientre sacaron a un varón de tez grisácea y cabello negro. "Así que fue un cruce con un Kyarr" -Se dijo, mientras oía voces creando alboroto en el exterior. La mujer yace desmayada sobre la mesa. Y, el llanto del niño, se mezcla con el ruido de una iracunda riña. Un Kyarr entró a la habitación, forcejeando con soldados reales que evitaban su acceso. -Deténgase, es una orden. -Vociferó en vano, mientras el cuchillo se deslizó desde el abdomen del infante hasta su garganta y, el purgador, dejó caer el cadáver al piso. "Un Hybril, un sacrificio..." repitieron en coro unísono los encapuchados, mientras corroboraban si la mujer aguantó el ritual. Aquella escena sombría deshizo el forcejeo del Kyarr, que cayó de rodillas, petrificado. Y con esta imagen, culminó su visión.
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