Abel, el chico de las sonrisas amables, alguien que nunca dirá que algo está mal. Ojos verdes y mirada cálida. Un chico que podía llamar la atención cuando se lo proponía. Pero estaba él. El profesor Royer, nadie esperó que aquella presencia impondría más de la cuenta. La seriedad infundible y el porte que desprendía atractivo y frialdad en cada paso. Parecía simple, todo parecía algo. Estudiantes de enfermería, y una sorpresa bastante grande. Habría gritos, gritos en él. Abel no esperaba que sus gritos pronto saldrían en el silencio.