Existían tan solo tres cosas que podían perturbar a Hallie Winkler: 1. Que algo malo le ocurriera a Annie. 2. Que Snow fuera indulgente con alguien con quien no compartía una estrecha relación genética. Y 3. Katniss Everdeen, y su puño lleno de bayas. Omitir a Finnick Odair de esa lista había costado todo su acopio y más años de los que admitiría en voz alta y por ello, tener que volver a él después de su desastroso desenlace casi ganaba al desasosiego que le producía el Vasallaje de los Veinticinco. Seis años atrás, Hallie había salido de la Arena de los Juegos directo al confortante abrazo de su mentor y amigo, ajena al irrefutable hecho de que ni si quiera él podría salvarle del promiscuo destino que Snow le había escrito con sangre inocente. Ingenua y asustada, tuvo que aprender a base de costosos ensayos de prueba y error que nadie estaba por encima del Presidente de Panem, y ante la obviedad de un enemigo indestructible lo único que pudo hacer fue unírsele. Ahora, Hallie tiene que dejar la única vida que ha conocido desde entonces para enfrentarse no sólo a la inminente amenaza de muerte que Snow ha cernido sobre todos los vencedores, sino también al hecho de que tendrá que volver a ver a Finnick, quien nunca consiguió perdonarle que se diera por vencida, ni que se convirtiera en la prometida de Marcus Snow. Todos los derechos reservados ©