Después de tantas noches de angustia, tormentas internas y desilusión; llegó el día tan deseado, esa noche que por fin no lloró.
Anhelaba tanto dejar de encontrar consuelo en esa cama, ansiaba mirarse al espejo y sonreír; sentirse linda, valiosa y creer que merecía algo mucho mejor.
Descubrió que no necesitó hacerse mierda para liberarse del dolor que le provocó la soledad, que no necesitó alcohol, drogas ni sexo casual para desprenderse de eso que tanto le pesaba.
Esa noche se sentía increíble, esa noche él estaba superado y no quedaban rastros de dolor.
Pero esa noche él volvió, a remover su mundo, a querer poseerla.
Esa noche él volvió, a despertar la tempestad.