Tras dos años de tormento me encuentro parada frente a él nuevamente, esos ojos grises tan profundos se enfatizan en mi, aun sigue ahí su mirada de ¿odio? ¿Arrepentimiento? Pero esta vez yo no sentía nada, no sentía amor, no sentía amargura ni mucho menos odio, sentía... Lujuria. Yo más que nadie sabía que mi mente ya no le pertenecía a una niña, mucho menos mi cuerpo, sólo lo quería a el, no como amigo, mucho menos como pareja, quería hacerle pagar, hacerle saber que ya no era una niña de 15 años, hacerle saber lo que yo sentí hace dos años.
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