- Yo te amo. - Susurró.
- ¡No quiero verte más! ¡Y no, no es así, no me amas! ¡Y si lo hicieras, lo cual dudo mucho, no me gusta tu manera de amarme!
- Pero y-yo-yo podría amarte. - Tartamudeó un poco. Sus ojos cristalizados por las lágrimas.
- ¡Déjame en paz! ¡Y según tu ya me amas! ¡Eso es lo que sabes hacer y decir! ¡Estupideces, solo estupideces y mentiras! - Grite furiosa. Pero no lo estaba con él, sino conmigo misma.
- Yo si te amo. - Sus ojos eran un mundo de dolor.
- ¡¿Estas viendo?! ¡No me amas! ¡No puedo estar contigo Luccian! Tan solo unos instantes atrás dijiste que podrías amarme. - Las lágrimas brotaban y brotaban sin yo poderlas detener.
- No me refería amarte en ese sentido, en el que piensas... - su voz era casi un susurro y su mirada se centraba en las cerámicas del suelo - yo podría a-amarte... de la forma en la que tu qui-quieras. - Trate de ignorar la punzada en mi corazón pero era fuerte, muy fuerte - Podría amarte más de lo que ya lo hago, aunque me parece imposible, podría intentarlo, no digo que no pueda lograrlo. Podría amarte con las reglas que tu pongas. Podría amarte como tu digas. Podría amarte como fuera, como quieras... solo... ¿Cómo quieres que te ame?
Las votaciones del año 2036 son algo que no me emociona, ya que los candidatos, a mi parecer, no valen la pena, en especial Alejandro Villanueva, aquel chico que se burlaba de mí por mi sobrepeso y al que ahuyenté cuando decidí defenderme. Mi encuentro con él y mi comentario imprudente en la fila para votar es el inicio de una propuesta que no puedo rechazar, así como tampoco puedo negar la profunda atracción y el inmenso deseo entre los dos.
De la noche a la mañana me he vuelto la futura dama y también he descubierto que soy la obsesión del presidente.