Deborah Phillips abrió los ojos lentamente, estaba muy mareada aún y le costaba enfocar la vista en un punto exacto, quiso sentarse pero una voz brusca la detuvo. -Quédate quieta. Te han anestesiado -Deb tragó saliva al oír a Sebastián hablarle en los pies de la cama. -Hola Sebastián -él no respondió al saludo- ¿Esta... bien? -preguntó con voz titubeante, se sentía vacía y tenía las manos atadas a los costados de la camilla ¿Por qué tenía las manos atadas? -No -dijo él-. No está bien, nada está bien ¡Nada nunca contigo está bien, Deborah! -le gritó con los puños apretados. Deborah cerró los ojos sintiendo como unas lagrimas se deslizaban libremente por las mejillas, ahora comenzaba a ver un poco mejor y a su lado... todo estaba vacío. ¿A dónde estaba? -¿Dónde...? -Se murió -le dijo él con brusquedad- ¿Estás feliz? A esa mujer lo que le hacía falta era sonreír. Deborah Phillips lo entrevistó en el restaurante del hotel Hilton y pronto todo se volvió un caos cuando una mujer embarazada le arrojó una sopera encima logrando unas graves quemaduras y yendo directos al hospital. Deb tenía unos bonitos y tristes ojos verdes que necesitaban brillar, entonces se prometió dárselo, lo haría seduciéndola infringiéndole la confianza que aquella mujer necesitaba, pero pronto esa seducción se volvió en su contra cuando la joven le debeló un secreto El secreto más triste que ocultaba. Bilogía hermanos Hurtman «Pecado de Seducción» hay secretos que duelen más de lo que uno piensa.