Veía todo oscuro, todo negro, no sabía que pasaba por mi cabeza, todo lo que salía de mis poros era dolor, un dolor amargo que me tenía cautiva, y me llamaba la atención seguir buscando en el mismo, más dolor. Sin dejar fuera una soledad, era un vacío, un abismo en mi propia alma, esa soledad que se hizo mi amiga y me llevaría a cometer la peor de las locuras.