Recuerdo esa vez cuando me sonreíste como la demente que eras y después de todo me dijiste: -Hola, mejor amigo.... Cambiaste todo con esas palabras, como siempre, pero me equivoque. Y lamentó haberte echó dañó, pero tu y yo lo sabíamos. Éramos unos completos egoístas y orgullosos para darnos cuenta de que nos perdíamos. Con aprecio, E.B.