Sentí sus frías manos rozar contra mi piel ensangrentada, parecía nunca cansarse de esas pequeñas torturas. -Aún me sorprende... -susurró contra mi cuello- que no hayas intentado nada contra mi, justo cuando has tenido más de una oportunidad para hacerlo. Si tan solo supieras. Mi mente comenzaba a bloquearse. Era cierto, tantas oportunidades y aun no lo había hecho. No quería tener en mente esa pequeña posibilidad de lo que podía estar escurriéndome. ¡Imposible! Exacto, imposible. No podía tener piedad ante un asesino.