Cojo una barra de pan y la dejo en la cesta. Que cansancio esto de comprar. Suspiro y miro la lista que me ha dado mi madre, me apoyo en una de mis piernas y la reviso, me faltan los yogures. Agarro mejor el carro y me dirijo hacia allá.
Termino de hacer la compra y salgo del estacionamiento, me pesan las bolsas lo que hace que a cada paso que dé tenga que cambiarlas de mano. Oigo pasos a mi espalda y me paralizo, mi respiración se acelera un poco e intento relajarme. –Relájate- me digo. Veo mi coche a lo lejos y camino más rápido. Estoy enfrente de mi coche, dejo las bolsas en el suelo y busco las llaves en mis bolsillos del pantalón, al no encontrarlas me pongo aún más nerviosa. Oigo ruido a mis espaldas y me giro lentamente. Veo a un chico alto y tapado con una capucha pero se le asoman unos mechones castaños. Su sonrisa brilla a la luz del atardecer y en sus dedos posee las llaves, las menea dándole golpecitos, haciendo que suenen.
-¿Buscas algo?-Dice con voz aguda. Me tiemblan las piernas del miedo. Observo que se acerca más a mí y entreabro los labios, jadeando.
-S…sí.-Susurro, armándome de valor.
-Mira, si se está defendiendo.-Ríe, una risa melodiosa para mis oídos. Sacudo la cabeza alejando esos pensamientos.
-Dame las llaves.-Digo más alto, extendiendo mi mano.
-Estate arreglada a las ocho.-Me las da, se da la vuelta y se va alejando.
-¿Cuál es tu nombre?
-Liam.