Al principio, Himmel pensó que había perdido la cabeza. ¿Un hombre de papel? No, un príncipe de papel, el cual vivía en un reino, rodeado de agua, sometido por tormentas. Una vez al año, todo está en paz para el príncipe, la lluvia cede y puede salir a su inmenso jardín y contemplar las flores, los árboles las nubes y la calidez del sol.
Una maravillosa tarde, lejos del caos, llegó Himmel a aquél reino. Asustada, desolada e impresionada por todo aquello que había visto y, sin querer, se encuentra con aquél príncipe, salpicado de palabras tristes y con ojos apagados.
"Erase una vez en una tierra muy lejana... un pequeño príncipe que poseía un corazón noble y valeroso, cuya generosidad y calidez que emanaba de él, era capaz de brindar felicidad a todo el reino y proteger a sus súbditos de un malvado hechicero de la oscuridad, quien tenía un helado corazón de hiel, lleno de ira y celos..." Al menos eso era lo que mamá siempre nos narraba en su cuento, antes de ir a dormir...
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