Es muy probable que no. Fuese como fuese, la muchacha se enamoró por completo, y estando como estaba convencida de que su padrastro se hallaba en Francia, ni por un solo momento se le pasó por la imaginación la sospecha que fuese víctima de una traición. Las atenciones que con ella tenía el caballero la halagaron, y la admiración, ruidosamente manifestada por su madre, contribuyó a que su impresión fuese mayor. Acto continuo, el señor da comienzo a sus visitas, siendo evidente que si había de conseguirse un autentico efecto, era preciso llevar la cosa todo lo lejos que fuese posible. Hubo entrevistas y un compromiso matrimonial, que evitaría que la joven enderezase sus afectos hacia ningún otra persona. Sin embargo, no era posible mantener el engaño para siempre. Los supuestos viajes a Francia resultaban bastantes embarazosos. Se imponía claramente la necesidad de llevar el negocio a término de una manera tan dramática que dejase una impresión permanente en el alma de la joven, y que la impidiese durante algún tiempo poner los ojos en otro pretendiente. Por eso se le exigieron esos juramentos de fidelidad con la mano puesta en los Evangelios, por eso también las alusiones a la posibilidad de que ocurriese algo la noche misma de la boda.