Era un lunes normal, como todos: despertar por tu ruidosa alarma, entrar a la ducha con extrema flojera, ir a clases, hacer como que prestas atención a tus maestros, vuelves a tu casa, te duchas, sales a alguna fiesta o solo te pones a ver películas con un pote de helado enorme, ése día era de lo más normal, tan normal que ése día fue el que cambió mi vida.
Es asombroso sentarte y pensar, pensar como puede tu vida cambiar en tan sólo horas, minutos, quizás segundos, o igual como cambia con el paso de los años: cómo vas perdiendo fuerza y envejecez; o como en unos momentos te llaman al teléfono de algún hospital y te comunican que tienes cáncer en fase terminal, o, de igual manera puede que te llamen anunciándote que has ganado la lotería; una simple llamada, un simple mensaje, una simple carta, unas simples palabras cambian TODO.
Bueno, pero eso no es de lo que les contaré, en realidad me apetece contarles, ese no fue lo que me pasó, mi caso, en cambio, fue en unos segundos en los cuales no pude hacer algo. Todo fue tan rápido que no me di cuenta de lo que pasaba a mi alrededor, si tan solo me despegara unos minutos de esa estúpida pantalla, me diera cuenta del cambio de color de semáforo y pudiera haber evitado que...un tráiler me arrollara.
Yo no sabía que ese día cambiaría mi vida, nunca pensé que con tan sólo poca edad pudiera pasarme algo así, porque yo...
...Yo morí.