El día que Giheith conoció al chico de las estrellas fue su cumpleaños número trece. Desde que eso sucedió todas las noches cuando ella se iba a dormir despertaba en un lugar que el nombre le estaba prohibido saber. Un lugar donde no habían luces artificiales porque el brillo de las estrellas era suficiente para iluminar todo. No habían edificios, casas, animales, ruido, insectos, y menos personas. Solo había una, y era él. El chico de las estrellas, Ashlam. Él no envejecía, tampoco tenía padres al igual que ella. Solo dos hermanos que no tienen nombre y que ella no puede ver. Ella no sabe qué o quien es él, es un enigma para ella. Aunque tampoco le importa tanto, solo sabe de que con el pasar de los años, su forma de verlo había cambiado a una diferente. Cosas pasaron haciéndola creer que él era el único que estaba con ella y decidió que daría todo para poder quedarse con él por siempre. Sin embargo, ¿Vale la pena el sacrificio?