Mi respiración no me hacía mejorar, la calma que mi cerebro intentaba hacer reinar no ablandaba mi rigidez; mi cuerpo estaba tan extremadamente tenso que me hacía pensar que eran los latidos de mi corazón los que producían esos golpes metálicos que llevaban abajo todas mis esperanzas como si algo tirase de ellas desde el suelo; pero no. Esos golpes que invadían mis más amargos silencios eran los choques de las futuristas espadas de mis amigos, que corrían y caían en el campo de batalla como niños pequeños jugando en un parque... Antes todo iba bien. Ese sitio, era mi único escape de mis pensamientos oscuros y de esas charlas mortíferas que mi cabeza y mi corazón tenían para pasar las tardes. Oh sí, recuerdo muy bien esa época: Auritumland relucía como las hojas recién nacidas de un árbol en primavera, como el tallo de una flor cubierto de esmeralda; pero un día, un lado de la dimensión se apagó, y sus habitantes recurrieron a mí para volver a encenderlo. Y puedo prometer que lo haré.
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