Giselle creía firmemente en que a pesar de los problemas, la felicidad era posible. "No importa qué tan mal estemos, siempre podemos estar peor": constantemente decía su mamá. Giselle siempre pensó que era una frase franca que confortaba aún con su toque de morbo. Es por eso Giselle se aferraba sin piedad a lo que tenía, pero en especial a lo que deseaba. Y Giselle deseaba a Daniel con fuerza. Pero más que eso... lo amaba con fuerza. Daniel la ayudó en la universidad y desde el principio dejó claro su interés por Giselle de forma muy poco ortodoxa y quizá era porque Daniel era estúpido. No obstante, al final sin importarle nada, cedió. Y se enamoró. Se enamoraron y él le propuso matrimonio. Querían tener una vida juntos. Quizá tener hijos también. Se amaban. Pero luego llegó ella. Cara llegó inesperada y poderosa como un tornado y se lo arrebató. Llegó ella con su cuerpo larguirucho y sus ojos fieros, con su determinación a conseguir lo que ella quisiera, con su experiencia y con su sensualidad. Se lo arrebató y fue tan fácil como soplar a una torre de naipes. Giselle es diferente a los demás. Y en todas las partes de su vida lo demuestra.