Tres años antes Leo vivía en una enorme ciudad con rascacielos que le encantaban y personas encantadoras y ocupadas por donde fuera, pero después de la muerte de su madre se mudó a un pequeño pueblo alegre. El chico que conoció allí, Guang Hong Ji, nunca saldrá de su mente, de su corazón ni de su alma, el le pegó aquel espíritu sonriente. Amaba bailar y cantar, haciendo que a él también le gustara.