William Darcy, un reconocido arquitecto inglés, viaja a Londres por negocios. Bastante confuso despierta una calurosa mañana de julio de 2017 en su departamento de Oxford Street. Sentía ruidos atípicos, todo parecía andar muy rápido, tenía la sensación de estar en otra época y se resistía a despertar. Finalmente abre los ojos y se da cuenta que había tenido un sueño, recordaba vagas imágenes, una mirada y un profundo sentimiento de amor. La impresión de haber soñado algo tan inquietante sobre su vida amorosa, algo que jamás él había experimentado en la vida real lo estremece. Era él pero en siglo pasado por su atuendo, un hombre adinerado, orgulloso y con prejuicios. ¡Adinerado como yo!, pensó desperezándose.
Desconcertado por lo que su mente había sido capaz de crear en el sueño recordaba que estaba enamorado de una mujer con una mirada que expresaba la mezcla justa entre el amor y la ternura. Algo que él jamás había conocido pero que le recordaba a su madre. Se resistía con fuerza a tener esos sentimientos porque le agradaban, odiaba profundamente tener ese tipo de sueños, él no creía en amor.
Las cosas no quedarían así, acababa de comenzar el día en la vibrante Londres del siglo XXI y la vida del impetuoso caballero estaba a punto de llenarse de las contrariedades a partir de ese sueño premonitorio que lo hacía saber que él era capaz de sentir amor por alguien y que eso se sentía bien.
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Él compró una esposa. Ella compró una vida de lujos.
Él desea poseerla a toda costa. Ella no puede verlo ni en pintura... literalmente.
Javier Vázquez es un millonario arrogante, como todos los futbolistas retirados que no saben qué hacer con su dinero. A día de hoy tiene una mansión de ensueño en una urbanización de lujo, más ceros en su cuenta corriente de los que puede derrochar, y aunque en su móvil tiene una bochornosa cantidad fotos explícitas de diversas mujeres, ha comprado a una esposa. Belén.