Vivía en medio de la nada, pero era mí nada, mí lugar. Ohanzee me conectó con la tierra, me enseñó a amar a la naturaleza. Separarme de él fue un duro golpe para mí. Por mucho que pasara el tiempo, el constante ruido de la ciudad no conseguía acallar su voz en el viento. Incluso con los auriculares puestos, y la música a todo volumen, todavía me parecía escuchar cómo nuestros caballos galopaban por los bosques de la reserva.