[Tercera parte de la historia "Tú, yo y tu ángel"] Siempre lo ayudé a no ahogarse, pero él no se dio cuenta que mientras lo hacía yo me estaba hundiendo, que mientras el salía a flote yo era su sostén, su pilar, pero me estaba quedando sin aire, sin vida. Sabía que yo no podía rechazarle, pero tampoco podía corresponderle. Peleé contra mi propia especie, era joven, rebelde e inmadura, pero sabía bien lo que hacía y también sabía que su mundo tenía demasiada fuerza de atracción, que no podía pelear contra mi misma y lo que estaba sintiendo por su propia sangre; al lado de mi protegido me sentía como una mortal, pero al lado de su hermano me sentía mujer.