Había una vez, al final del invierno, una joven y bondadosa reina que, paseando por el jardín de su palacio, vio una rosa roja creciendo a pesar del frío, cuando la fue a tocar se pinchó el dedo con una espina, y dejó caer tres gotas de sangre en la nieve. Fue entonces cuando la reina deseó tener una hija con la piel tan blanca cual nieve que reposa, los labios rojos al igual que la sangre y el pelo negro como alas de cuervo. Y sin duda el deseo se cumplió, naciendo una preciosa y encantadora princesa a quién la reina junto a su esposo, el rey, decidieron llamarla Blancanieves. Sin embargo, la reina buena, la buena madre de Blancanieves enfermó poco después de dar a luz y murió, el rey se casó posteriormente con una mujer muy bella pero fría. La segunda y nueva esposa del rey, la segunda y nueva reina, la malvada madrastra de Blancanieves, realmente era una hechicera muy poderosa, además de ser egoísta, malvada, mala y excesivamente vanidosa, era poseedora de un espejo mágico.
¿Y por qué rayos yo soy la malvada madrastra del cuento? ¡Exijo ver los términos del contrato! Esto es una injustica, además porque debo de casarme el primer día que llego aquí.
Todo en mi vida era normal.
Hasta que entre a ese bar.
¿Dirás cuál es el problema?
Ahi los conocí, conocí el secreto de este pueblo.
No puedes confiar en ellos, ellos son caos, la personificación del mal, porque ellos son...
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