Erina miró a su (aún a veces se sorprendía con el hecho) esposo un tanto incrédula, no sabía si quería besarlo o golpearlo. Sí, sabía en lo profundo de sí que él no habría permitido que nadie viera esa fotografía y de igual modo se sentía avergonzada por la cantidad de piel que mostraba la misma.