Kaled no guarda secretos. Es más no tiene problema alguno en decir por ahí que su vida apesta.
No tiene familia, a excepción de un tío en rehabilitación. Su único amigo vive preso en una relación acaramelada, según sus propias palabras.
Su vida es relativamente tranquila, uno que otro drama de una ex novia, pero esa calma se ve afectada cuando comienza a sentirse acechado. Su aburrida vida universitaria toma un giro más tenebroso cuando un par de ojos no pueden dejar de observarlo. Y él lo sabe, no es bueno.
Olivia, Liv, Livvy, Oli... como sea, busca a toda costa ocultar aquello que la acosa casi desde que tiene memoria, o al menos eso parece. Nadie puede saber qué es eso que esconde. Son ¿Sueños? ¿Lagunas? ¿Visiones? No lo sabe y tampoco lo quiere averiguar. Solo quiere una vida normal, ir a la universidad de sus sueños -los de su familia también-, pasarla bien con sus amigos y no meterse en líos. Sin embargo, sus vanos intentos por mantener a raya aquello que la atormenta se ven arrasados cuando en el aniversario de la muerte de sus padres algo que tiene nombre y apellido ¿Reaparece? en su vida. Nunca ha oído su nombre, nunca ha oído su voz, y mucho menos lo ha visto, al menos no este mundo.
Solo una cosa es clara, se conocen.
En una universidad donde no todo es lo que se aparenta pero tampoco lo que se rumorea, los amigos no son quienes creemos, y los enemigos están más cerca de lo que pensamos, el reencuentro entre Olivia y Kaled desatará el caos y resquebrajará aquel orden casi enfermizo de toda la sociedad en la que viven. Y en su búsqueda de entender qué pasa Kaled se topará con aquellos secretos que cree no poseer y Olivia encontrará respuestas que creía no necesitar.
Al defender a su familia de un asaltante y morir, Alicia es transmigrada a un mundo del matriarcado, donde las mujeres son el pilar y las que mantienen a la familia, mientras los hombres son los que se quedan en casa.
Lo más sorprendente para Alicia no es el sistema en el que se rige la sociedad, los hombres, que no solo son los que dan a luz, si no, que se dividen en dos.
Los oro, la clase baja que tienen tendencia a dar a luz a otros hombres.
Y los jade, la clase alta que tienen tendencia a dar a luz a mujeres.
No solo eso si no que al ser las mujeres un bajo porcentaje, las familias se conforman por un harem de hombres, los cuales no son vistos más que como máquinas de hacer bebés.
La imagen la saque de internet créditos de la imagen a: "Alya".