Tyler es un hombre de tan sólo 25 años, su vida no es para nada perfecta. Se podría decir que era cruel, muy cruel. Su ansiedad, depresión, lo carcomían por dentro. Cada día anhelaba más la muerte que la vida. Se debatía en seguir luchando o acabar de una vez con todo pero al parecer nada era tan sencillo como él creía.
«¿Alguien me puede decir que ésta pasando? Joder, ¿Qué se supone que es esto? Dios, ¿Hay algo de sentido en éste lugar?»
Había tenido sueños extraños últimamente, sueños que lo despertaban con el corazón desesperado. Aquellos sueños estaban distorsionando su capacidad para diferenciar la realidad y el sueño, eran demasiado constantes y su cabeza parecía a punto de estallar con sólo pensarlo. Empezaba a dudar de sí mismo, quizás debería internarse, él en definitiva estaba loco.
«No, no, no puedo más. Por favor, basta. No puedo más, por favor, haz que pare. Maldita sea, hagan que pare. Estoy loco. Soy un maldito imbécil, joder.»
Cambiaba cada vez más, el antiguo Tyler se estaba perdiendo como naufrago en el gran y profundo mar. Era claro y demasiado, jamás volvería a ser el mismo.
«Detente. Por favor. No es lo que piensas. Tyler, éste no eres tú. Detente. ¡TYLER, NO!»
Su final esperado llegaría, por supuesto que sí. Todo pasaría, lo anhelado llegaría. Su final lo estaría esperando sólo que no sería para nada como él pensaba. Muchas cosas flotaban sin reparo en el espeso aire y sólo él sabía que eran.
¿Valdrá la pena el suicidio en éste momento?
Todo estaba cada vez más complejo. El infierno estaba a punto de desatarse y no avisaría. Su final se acerca y no será nada lindo.
«Que triste es esto, Ty. Me engañaste muy bien, eres astuto pero no tan inteligente como creía. ¿Por qué? Era el único que tenía fe en ti, pequeño insolente. Vamos, Tyler. ¿Qué tan difícil era? No se quedará así, apenas estamos comenzando.»
Y que comience el juego.
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