-¡Que insolente eres! -le dijo-. Yo estaba dispuesto hacerte ver estrellitas Carlitos. Si te portabas bien ibas a ser mi consentido ¿Sabias? Si hacías méritos hasta te hubiera soltado las cadenas para darte oportunidad de ser el dominante un rato, bebé. -¡Que te jodan! -Pero bueno, ¿Qué se puede hacer? Uno les da la mano y le agarran el pie. ¿Sabes qué? Ya me decidí, ni libertad ni recompensas. Vas a ser mi mascota, mi juguetito. -¡Bastardo! -Esto te lo estás haciendo tú mismo Carlos, yo quería ser generoso contigo. -le apuntó con el dedo mientras lo debía. Había algo maniático en su mirada. Rápidamente se dio la vuelta para irse. -¡No te atrevas a irte bastardo! -Le gritó, aún con la verga al aire y bien empalada-. Suéltame o te mataré. ¡Saldré de aquí y te mataré!