Contar hasta diez, contar diez estrellas, respirar hondo, clavarse las uñas en la palma de la mano. ¿Calmada? Claro que no.
Todo comienza cuando Amelia, una chica irónica, independiente y con varios trastornos obsesivos compulsivos a tratar, se va a vivir con una amiga a la casa de los hermanos Lekker. Teniendo el lugar estable y rutinario que siempre quiso no puede disfrutarlo porque ella ya no se siente la misma persona que era. Tantos años intentando recomponerse a sí misma se derriban y no sabe por qué.
Solo logra calmarla el mantra de contar estrellas, pero no aguantará mucho, y como su orgullo le impide admitir que necesita ayuda, ¿qué hay de malo en usar a Milo Lekker para tranquilizar su mente? Mientras sus amigos creen que la rara actitud de Lia se debe a su extravagante forma de ser, hay alguien que vela por verla sufrir y cuando ella descubra quién es, esta traición será la gota de agua que colmará el vaso, ya no hay mantra ni chico que valga en el turbio desenlace que tomará esta historia.
Tal vez no debió de ser tan ciega, ni egoísta... Con todo explotando al mismo tiempo, Amelia tiene que decidir si se queda a soportar las heridas o se va, dejando que otros se lastimen por ella.