Mi cabeza no estaba pensando en esos momentos, tampoco mi cuerpo. El tiempo se había detenido ante mis ojos cuando un gran charco de agua se tiñó de rojo a su alrededor. Las gotas de agua seguían cayendo sobre nosotros sin ton ni son, sin olvidar su banda sonora: rayos y relámpagos. [...] Lluvia, barro, caída y sangre. Lluvia, barro, caída y sangre. Cuatro palabras que habían hecho que mi mundo se desmoronara en menos de un minuto. Fui a llevarme las manos a la cara para apartar las lágrimas cuando me había dado cuenta de que ambas estaban manchadas. Mi pulso se aceleró haciéndome respirar agitadamente al descubrir que aquella sangre tenía nombre y apellido.