Hasta hace poco concideraba como uno de mis grandes problemas a Gabrielle, mi hermana menor. Era es y seguirá siendo una persona irracional, tanto como para tirarse desde el primer piso de su habitación, para así asistir a la junta semanal de la banda de nuestro vecino, del cual, estaba locamente enamorada. Hasta ese momento era ella: hacerla reaccionar, que no metiera la pata y que nuestros padres le colocasen la máxima atención de pies a cabeza. Lo que no tenia en cuenta a todo esto era que, en base a ella, los problemas se hacian grandes y variados. No me imaginé que perseguirla al bar me llevaria a conocer al anarquista Owen y su penetrante mirada, ni tampoco que esa rebelión de Gabrielle hacia mi persona costara que Eros, su enamorado, dijera que tenía sentimientos hacia mi. Era una locura, y mucho más por aquél hombre nuevo en la ciudad que comenzaba boxeo justo en el gimnasio de mi padre y que, despreciandome, no me observaba a la cara cuando le hablaba.
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