Otabek Altin vive sus días como alma errante, torturada por el dolor y la incapacidad de superar la muerte de aquel que juraba, era el amor de su vida. Sin esperanza alguna y con el simple deseo de encontrar respuestas, pasa el resto de sus días vagando por el mundo acompañado únicamente por su cámara y los recuerdos que suelen acongojarlo de manera constante. En uno de sus destinos conoce a Yuri Plisetsky, un estudiante prodigio que, mantiene sus sueños reprimidos por seguir los ideales de su familia. Sin planearlo, sus caminos terminan por enredarse gracias a un par de fotografías y una extraña obsesión del kazajo.