- Hacia arriba - Dice con voz suave. - Y con fuerza.
Llevo las manos de vuelta a la posición inicial. Me acerco nuevamente, pero al igual que antes me detengo a escasos centímetros de su boca. No estoy segura de si deba besarlo, o que él quiera besarme, pero por sobre todo, no sé si yo quiera besarlo.
- ¿Qué te dije de ser tú quien tome la iniciativa? - Su voz se ha vuelto más profunda.
- Creo que ya entendí tu punto. No me parece necesario besarte - Digo mientras me alejo un poco para mirarlo directo a los ojos. Extrañamente estoy tranquila. - Pensándolo ¿El hacerlo aportaría más valor al aprendizaje?
- Podrías averiguarlo - Propone.
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Ella no tiene idea de lo que le espera. La prisa ha sido una de sus cualidades desde pequeña, está acostumbrada a vivir rápido, respirar con dificultad y amar en dos días.
No sabe sentarse y charlar, no sabe beber tequila con calma, ni siquiera sabe ir al cine sola.
Él, por otro lado, no sabe amar en dos días, ni beber tequila como cualquier adolescente.
No sabe besar despacio, decir te quiero, o conducir de forma segura.
Aunque comparten algo: Ambos saben que estando juntos pueden ser ellos mismos.
Aprenderán un par de cosas estos chicos. Mientras tanto, que vivan cuán rápido se les antoje, conduciendo a 200 kilómetros por hora, bebiendo tequila hasta caer rendidos, diciendo te quiero a quien se les antoje. ¿QUÉ NO SE TRATA DE ESO? ¿DE VIVIR LA VIDA COMO SE LES DÉ LA GANA?
a ver qué lecciones aprenden el uno del otro. Si es que el tiempo se los permite.