A veces, vas por la calle y te cruzas a un extraño y sientes una chispa, una extraña atracción hacía esa persona y mientras vas caminando, tus ojos no se pueden despegar de su rostro. Y no es porque sea necesariamente sea un Dios o una Diosa griega, si no porque ese extraño tiene algo que te llama, algo que te atrae hacia el como un imán. Y eso es exactamente lo que le había pasado a Calum, sólo que podría, o no podría, ser una chispa de siete segundos.