No es descriptible cuando el sentimiento gobierna al lápiz y al papel, cuando la razón colabora con esas pizcas de sabiduría. Quien lo aprecia tuvo dos caminos, o conoce al autor, o conoce todos aquellos sentimientos que éste nombra en su obra. Un lector desprevenido puede tomarlo como un regalo, un canjeo a sus plegarias, aunque es válido también, tomarlo a la ligera, una hoja más en el libro de las lamentaciones, aquel que alimentado por los románticos, solo logra crecer sin control alguno. Solo el autor puede entender a la perfección el verdadero significado de su obra, él y su musa. Aunque ella, la mayoría de los casos, jamás siquiera la va a conocer.