«Y ahí estaba ella, tan irresistible en su vestido blanco, mirando el mar, probablemente pensando qué le quedaba ahora. Y se veía tan hermosa. Sus lágrimas, corriendo por su cara, la hacían aún más linda. Sus cabellos, alborotados y sin peinar, la hacían tan preciosa. Y sus ojos. Sus ojos eran irresistibles. Tan azules, más que mil zafiros, más azules que el mar. Ella, tan ella.» Derechos Reservados © 2014 Mercedes Martín.