Aquella mañana era diferente, lo sentÍa. Nada más despertar escuche los pájaros cantando en las sucias calles que me rodeaban, como me había dejado la ventana abierta aquella noche los mosquitos atacaron mi castillo sobrepasando mis finos muros y dejándome un molesto picor en al menos 13 puntos de mi muralla, pero eso no importaba, tampoco importaba que me hubiese levantado tiritando de frio debido a los nervios que me hicieron arrojas las sabanas hacia los abismos de mi cama mientras yacía en un sueño del cual no deseaba despertar. Por fin era el día, y mis sueños lo sabían, necesitaba verla, necesitaba tocarla, necesitaba sentirla, y hoy, hoy lo haría al fin, así que nada importaba. Me levante y tras impactar mi dedo meñique contra el marco de la puerta al salir de mi habitación por un torpe movimiento me dirigí a la cocina sin dejar que eso afectara a mi animo, además me libre de ese pesar pensando en el rico desayuno que iba a disfrutar. Por desgracia aquel domingo estaba todo cerrado por lo que tuve que conformarme con un vasito de leche que me ardió la lengua y unas simples galletas maría al descubrir que no me quedaba nada mas en la despensa. Nada importaba, pronto la iba ver, quedaba muy poco. Tuve que ducharme con agua fría, debido al frio de aquella noche el calentador no funcionaba correctamente y así entre temblores y saltos me duche a la velocidad de las alas de un colibrí para dirigirme directo a mi armario con el albornoz puesto. Ya a esas horas empece a notar que me estaba poniendo malo por el dolor que mi garganta espiraba, posiblemente debido a esa noche de frio y favorecido por las picaduras de mosquitos, y la ducha fría, pero nada importaba, hoy estaba felíz, más feliz que nunca, y entonces ocurrió, tras una llamada de tres minutos desapareció, ya no me sentía tan bien, empece a darme cuenta del día que llevaba, pero justo antes de hundirme de nuevo en las sabanas de mi cama, pensé en la suya, y comprendiendo aquell