Lo supo luego de cientos de sueños de lenguas extrañas y paisajes que no parecían reales, pero que entrañaba como a un alma que se pierde. Después de cientos de mañanas con la garganta sulfurosa y dolorida, y de verse reflejado en lagos cristalinos, hielos quebrajados y en los ojos de los muertos que le miraron implorando por piedad dentro de sus delirios.