Una razón válida para no asistir a un matrimonio debía ser la circunstancia en que Emma se encontraba. Hacía un par de meses había conocido al hombre perfecto... el mismo que se casaba aquel día, absolutamente enamorado por supuesto. Y no con ella (vale aclarar) porque no era algo que siquiera hubiera soñado ya que los hombres así no existían... o dada esta particular circunstancia, existían pero no para ella. Así que definitivamente el matrimonio era una locura. Y absoluta y definitivamente ella no estaba hecha para amar ni ser amada. Por tanto, ese día sería como cualquier otro... de no ser por el novio. No. Ese sería como cualquier otro de no ser por uno de los invitados. Tropezar con Nick Wright marcará un cambio en la vida de Emma con repercusiones que nadie imaginaría, ni siquiera él. O ella.