No entendía por qué había huido de su pasado, si su presente se había vuelto peor. No entendía el porqué de sus decisiones. No entendía el propósito de seguir viviendo su vida, esa maldita vida que lo había llevado al vacío. Y es ahora cuando se planteaba todos los miedos de su madre, de sus constantes reparaciones a lo que me enseñó esa figura paterna que no resultó más que un cobarde.
Zayn Malik había intentado huir de sus acciones controladas por la rabia, pero el destino o más bien, sus malas decisiones lo llevaron a convertirse en un ser inestable y cegado por la rabia. Un tipo que no sentía orgulloso de sí, pero el estilo de vida que había adquirido era imposible abandonarlo, especialmente por haberse relacionado con personas poderosas en su círculo, y por más que le fastidiara, debía seguir las órdenes al pie de la letra o no viviría para contarlo.
Su vida era una monotonía, despertar, seguir con las órdenes, regresar a tiempo, intentar no ser descubierto, escapar con cautela si era necesario y volver al punto de partida, donde debía estar atento si se presentaba cualquier orden que no estuviera fijada. Sin embargo, era la mano derecha de William Rinaldi, el actual jefe que tendría hasta los últimos días de su vida.
Sinopsis
¿Puedes tropezar dos veces con la misma piedra? ¿Aun cuando esta piedra sea jodidamente sexy?
____ simplemente había seguido su vida, sin mirar atrás, sin fijarse en su gran caída. De todas formas ya se había vuelto a levantar, no necesitaba la compañía de aquel hombre para ser feliz. Ella había aprendido de mala forma que la vida hay que vivirla sin pensar en un futuro, que lo importante era el ahora, el presente. Aquel chico le había roto el corazón en miles de pedazos, pero ya ni tenía importancia. Ella lo había superado. O eso era lo que pensaba. Nunca imaginó que luego de un año el volvería a la pequeña ciudad, y menos aun pensó que volvería exclusivamente por ella. Para pedir otra oportunidad. Ella había tratado de no ceder, pero no perdía nada con aceptar la propuesta del guapo chico. Así que le dio doce días - uno por cada mes que estuvieron separados - para reconquistarla con la condición de que si no lo lograba, se marcharía para no volver nunca.
Doce días, doce