Es extraño, sí señor. Llegar a cierta edad y comenzar a reflexionar por lo que fue, es y será tu vida. Un punto de inflexión en el que te dices «Uf, espera. Vamos a darnos un respiro»
No soy tan vieja, ni tan joven, lo que sí sé es que tuve experiencias en mi vida. Ahora las recuerdo y son graciosas, pero en su momento fueron angustiosas, dolorosas, o quizás bonitas y felices. Está muy claro, una infancia, una adolescencia y una edad adulta de una chica tan parecida a los demás y tan diferente a ellos que asusta.
¿Qué tengo yo de diferente? Nada y todo a la vez
Todo, queramos o no, en éste mundo, condiciona tu forma de ser y tu crecimiento como persona, tu aprendizaje y tu forma de ver el mundo.
Yo, como muchos, fui una inmigrante marroquí en tierra española. Es decir, nací en Marruecos, pero crecí en España. Aunque no lo creas, eso condicionó mucho mi vida. Mi tono de piel, mi lengua, mis fallos, mis aciertos... Todo lo que hacía, o hago, era, o es, motivo de crítica ¿Porqué? Simple, soy diferente a los iguales, pero igual a los diferentes. Y si a eso le sumas mi condición como mujer, y como musulmana, el pozo se llena de piedras.
No generalizaré, no me gusta, pero hablaré de mi propia experiencia como niña, adolescente, mujer. Experiencias que me llevaron a quererme, a valorizarme, pero sobretodo a leer, no leer letras, sino miradas.
Así que te invito a vivir conmigo, lo que nunca me atreví a contar.