-M-mas rápido - jadeaba el menor mientras la velocidad de las estocadas iban descendiendo. El placer lo consumía por completo. Necesitaba tocarse, necesitaba tocar al mayor. Pero las sogas lo mantenían atado. -Lo haré cuando me supliques maldita perra - gruñó. Puso en cuatro al menor y lo agarró firme con una mano de las caderas y la otra halaba su cabello haciendo que este arqueara la espalda. los gemidos inundaron la habitación. El placer y el sexo. Eso era lo que se respiraba en esa habitación.