Nunca digo mucho. Nunca digo lo correcto. Nunca digo la verdad. Nunca le conté a nadie mi vida. Tampoco se han perdido de mucho. Sé que muchas veces es necesario desahogarse y hablar todo lo que tenemos guardado, contar esa vez que te atormentaron y estuviste llorando varias noches hasta dormir; la vez que alguien de tu familia, esa que te dijeron que siempre te apoyaría, te dijo algo más doloroso que lo que cualquier extraño te dijo nunca; o cuando te rompieron el corazón tan fuerte que estuviste recogiendo los pedazos de él y de ti misma por varios días. Gabriel me había ayudado en todas ellas. Me sostuvo cada vez que me rompí, desaparecimos juntos cuando quería ser invisible, y me miró cuando quería ser visible para los que me ignoraban.