"Sentía como el corazón le palpitaba lentamente. Con las yemas de sus dedos acarició las ojeras que adornaban su cansado rostro: una caricia sutil, una caricia débil, una caricia suplicante y demandante. Besó delicadamente sus cienes, tan delicado que apenas se pudo percibir. Lo besó como si fuera su última oportunidad, como si fuera lo único en la tierra que valiera realmente la pena. Lo besó como la primera vez. Sus labios, pálidos y sin vida sintieron renacer con ese simple roce, aun sentía a aquellas mariposas en su estómago, aun sentía esa calidez en su pecho, aun sentía como el corazón aceleraba su andar. Aun lo amaba. Siguió su pequeño camino; besó sus mejillas: gélidas y suaves, despacio, cuidado, con mucho cuidado. Repartió pequeños besos detrás de su oreja: pequeños, muy pequeñitos y delicados. Besos desordenados, desordenados como su mente lo estaba. Desordenados como su vida ahora. Siguió repartiendo a las pequeñas estrellas sobre su piel, estrellas sin luz, sin esperanza, sin vida. Y con una voz suave, una voz débil, una voz dolida, le susurró dulcemente. - No me arrepiento de haberte elegido." Rubén busca una oportunidad, una oportunidad de sentirse vivo. Busca la esperanza y se aferra a ella en un último intento de luchar. Miguel se encuentra profundamente enamorado de Rubén, pero, ¿Será él capaz de regalarle esa oportunidad? ¿Será capaz de hacerlo sentir vivo a pesar de todo? Y el destino. ¿Quién pensaría que el destino sería el villano de esta historia?
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