Había conocido la tentación en el pasado y pese a ser un fuerte opositor de los caprichos, pronto se dio cuenta que deseaba tener el poder de manipular aquel temple que se mostraba sin temor y una firmeza que pocos poseían en su posición; deseaba escuchar su voz en un susurro mortecino y aspirar el perfume de su ser mientras admiraba lo que nadie más podía. Todo ser humano era débil ante algo y suerte o no, la debilidad de su ser le entregó lo que necesitaba para obtenerle, pero nunca esperó que su propia tentación fuera capaz de atraparle en un juego de poder donde nada seguía sus reglas, sino las suyas.
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