La inocencia de Helen

Las estrellas se escondían tras una gran humareda. Las piernas de Helen colgaban alegremente de la rama más alta de un viejo sauce llorón. Una luz tenue provocada por las llamas que se divisaban en la lejanía iluminaba su rostro. Sus radiantes ojos azules brillaban con orgullo mientras contemplaba lo que ella consideraba su obra de arte.

Las llamas envolvían a una humilde pero acogedora casa de madera, de la cual ahora, solo quedan cenizas. Si te quedabas en silencio podías oír la sirena del camión de bomberos, que se daba prisa por llegar al lugar de origen del fuego antes de que fuera demasiado tarde. La madera crepitaba mientras la vida de John, el hermano de Helen, se consumía lentamente. Helen no sentía responsable de lo ocurrido.