La noticia me llegó como una cachetada -qué ironía-: justamente en la cara, haciéndome retroceder y caer de la silla en la que me encontraba sentada. ¿De eso se trataba el trabajo que la prestigiosa familia Herrera ofrecía y guardaba tan celosamente? Aturdida me levanté, sin dejar que Nicolás, Diego o cualquier Herrera ahí me tocara. De repente se me hacían repulsivos y su simple contacto iba a ser que mi cuerpo colapsara. ¿Cómo me pude dejar llevar tan fácilmente por la actitud simpática y humilde que me mostraban? ¡Por Dios, lo que me ofrecían era degradante! Y la cantidad de dinero que pagarían por mi "trabajo" era sofocante, incluso para mí, Ángel Medina, una persona en quiebra. Sin más que decir, me di la vuelta, tomé mi bolso y lo abracé con tanta fuerza que por poco quiebro mi Barbiespejo dentro de él. Estaba entre un decisión no tan difícil: marcharme y conservar mi dignidad y moral intactas, o aceptar y así sacarme un montón de deudas en apenas un mes de pago. Lo que sea que pudiera decidir, definiría mi vida en ese instante, así que me erguí y levanté mi mentón, una postura de orgullo y dignidad que aprendí de David. Entonces solté esa única palabra que era capaz de hacer que los Herrera me quisieran... ver muerta o algo.
1 part