Existió un reino del cual muy pocas personas conocieron. Se podría pensar que hoy en día ha desaparecido casi en su totalidad todo rastro de aquel reinado glorioso que tan popular fue en sus tiempos, pero fue gracias a uno de sus príncipes y tal vez, su más grande rey, que Darmelí aún sigue en la memoria de algunos cuantos. Antes del primer reino cristiano, mucho antes de Roma, Egipto e incluso de lo que se dice, fue la Atlántida, tenía sus cimientos en este mundo azul, un paraíso llamado Darmelí. Su territorio se extendía desde el norte, por 'Las Grandes Montañas Blancas', hasta el mar 'Cristalín'. Si Darmelí hubiese sido un reino en la época de las cortes europeas, habría destacado por su riqueza natural, sus bastos campos -que nunca dejaban sin granos al reino-, sus espléndidos habitantes y su tan distinguida familia real. Habría sido la nación más poderosa que el mundo y Dios mismo pudiesen ver, más grande que España o Inglaterra, mucho más grande que cualquier imperio. Pero Darmelí, muy en el fondo de su propio inframundo, escondía sus más oscuros secretos, más oscuros que la noche misma.