Una apuñalada, para desviár su golpe. Una puñalada, para herír su hombro. Y una puñalada, para terminar con su legado y helar su sangre del norte. Y esas tres puñaladas que sus ojos no llegaron a ver, fueron las que su corazón pudo sentír, no en el mismo. Siempre tratando de odiarle, de despreciar su linda y rizada cabellera avellana, que picoteaba del oro, sus ojos siempre abiertos, sin ninguna imperfección salvo unas ojeras, que hasta ellas le quedaban bien, sus labios rosa claro, finos y libres de cualquiér pellejo, su graciosa forma de andar y escandalizarse como buen Hobbit alejado de casa. Dejémonos de chorradas, lo tenía loco. Aún siendo un enano testarudo, bruto, orgulloso y tenáz que desconocía por completo el comportamiento tan extraño de los Hobbits, quedó embelesado por su saqueador. ⭐#9 en Ranking «Thilbo» 31-5-18
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