Michael amaba varias cosas, entre ellas las más importantes: su familia y el futbol americano. Ser la estrella de la escuela aun sin ser el Quarterback fue algo insolentemente difícil. Él lo llamo trabajo duro y horas de práctica, aunque sinceramente se podría decir que era por su cara bonita. Amaba la ciudad, su escuela, sus autos y su casa. Era un chico que no se podía quejar; y no lo hacía. Porque lo tenía todo en la palma de su mano. Podía tener todas las chicas que quisiese, pero en su corazón reinaba solo una. La chica que le robo su primer beso a los 16 años entre los jardines de su hogar, pero desde entonces no la había vuelto a ver e independientemente de que aun la guardara en su mente; él había besado a otra cuantas más. Hasta que al llegar de la escuela un viernes por la tarde la vuelve a ver y la dueña de su primer beso vuelve a cautivarlo de nuevo. Con solo una sonrisa, unos increíbles ojos café, el cabello desordenado y ella; rodeada de flores silvestres mientras coreaba una canción country y aunque estaban en Los Ángeles, con solo su presencia pudo llevarlo hasta su adorado Tennessee.